VIVIR EN LAS PALABRAS POEMAS



Este poemario fue analizado por Juan Coletti así:




            Como en la contemplación de las matriuskas rusas, esas muñecas que esconden un número infinito de hijos, Gladys Seppi Fernández dice en uno de sus poemas:
Una mujer
en una sucesión
innumerablemente repetida.

            Una mujer que se pregunta, ansiosa:

¿Qué hará la  vida
si el alma se desploma 
y en negros laberintos se le abisma?

            Y ella, mujer al fin y poeta, desploma su alma sobre la hoja en blanco y la dibuja con sus poemas que son al mismo tiempo goce y reflexión, memoria y conciencia de ser y estar aquí, en el mundo para decir:

Quiero ver en la urdimbre
 de un tapiz que va hacia otro cielo.

            Y no otra cosa es la urdimbre del texto poético que aprisiona la palabra y la revela para dejar los registros y los testimonios de una vida que insiste en permanecer despierta y atenta a las amenazas y esperanzas del porvenir. Contempla los antiguos lares paternos y propios donde se gesta un nuevo núcleo, una familia.

Nace el amor y ya están ellas, levantándose en la ilusión,
Componiendo la nota exacta del colorido y la forma.
Nace la vida y ya están ellas, poniendo su techo,
 encendiendo sus leños,
 repartiendo su sol
 y cociendo sus dulces.

            Y allí, en las casas, se desprenden los jirones de la vida, los hijos que crecerán y estudiarán y marcharán a construir otras casas, hasta que el nido quede solitario, vacío. Los hijos estallan, como palomas en el viento y ella, la madre, la mujer puede escribirle al hijo,  con un suave aire de nostalgia:

Cuando yo sea silencio,
 un punto disparado al infinito 
sentirás en tu ser
la voz que me regresa
para decirte que anda en ti mi aliento.

Pero ella, fuerte y obstinada, sabe elaborar los panes que alimentan y sustentan el cuerpo y el alma de todos los que ama. Es consciente de su destino personal y lo asume con rigor y delicadeza.

Por el surco de la mujer
andan los siglos repitiendo la especie.
Allí derrama el hombre 
su lava mensajera de infinitos.

Gladys trabaja y modela las palabras, busca en ellas, en sus escondidos pliegues el sentido exacto pero elusivo y lo domina para que no se escapen ni las confidencias ni los propósitos ni las declaraciones de vida porque cree con certeza que es necesario liberarse para fluir:


Soltemos el amor.
Él sabe.
Como el agua que escapa
 y va a la sed.

VIVIR EN LAS PALABRAS es más que un libro de poemas. No es un juego intelectual sino una estela grabada con la energía del trabajo, la responsabilidad de la participación profesional y social, la entrega a las solicitudes de la cultura, la ofrenda generosa de la amistad, la comunicación y la comunión con los otros, tal como dice:

…a veces entremezclamos
nuestras  lágrimas
con las de otros

porque sabe y acepta que nadie es una isla, que mientras construimos la casa y contemplamos el destino de una familia, también podemos y debemos ser miembros activos de esa comunidad humana a la que faltan bienes y sobran sufrimientos. La poeta no es ajena ni indiferente al destino colectivo y lo dice:

El dolor reparte sus semillas
de afán igualador:
 un puñal hendido entre las carnes,
en las humanas miserias.

            Ella es consciente de una responsabilidad transpersonal, algo que comunica con la vida consciente y que se prolonga más allá del ego, pues, como dijo el filósofo Martin Heideguer El lenguaje es la casa del ser, la palabra es el  fértil territorio de los hombres que nos nutre y nos diferencia de las bestias.
            Mujer afortunada, la autora de este libro es también fecunda abuela y pensando en ellos ha sabido grabar como en un molde un verso que es también una intensa meditación cuando escribe:

Mis nietos andan juntando
aromas de un nuevo cielo.

            Ama la vida y acepta el deseo de vivir aunque sabe que existen los inevitables límites. Se va  desplazando pero ahora los hijos también se han desplazado y sus pequeños, temerosos de dejarla atrás la animan, le gritan:

¡Abuela, no te quedés atrás, vení con nosotros!

            Son los momentos más sublimes, no importa cuánto falte para llegar a la última estación.  Es necesario vivir la vida para contarla y escribirla y guardarla a tiempo:

…este instante de amor
 antes
 que lo agriete el crepúsculo.

            Desde su amplio jardín, colmado de fragancias y de flores, Gladys se apoya en su fe, en sus creencias y esperanzas sobre la generosidad de la vida, sabe que todavía tiene mucho que hacer y compartir. Por eso escribe con júbilo:
Cuando vi llegar la primavera
sentí en mi casa el  halo cierto
 del futuro.

JUAN COLETTI

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