El desarrollo personal de cada individuo


“En el arte de vivir el hombre es el artista y el objeto de su arte, el escultor y el mármol; el médico y el paciente” (Erich Fromm).

En la nota editorial del 29 de marzo de La Voz del Interior se pone especial énfasis en la necesidad de propender al desarrollo personal del individuo. Aparece así un tema escasamente analizado hasta hoy, cuyo tratamiento desafía y urge, sobre todo a quienes tienen responsabilidades de conducción, para que consideren como un alto fin apoyar y orientar el desarrollo de la humanidad plena que cada individuo trae consigo.
En el orden mundial e irradiando a grandes multitudes encontramos la influencia sanadora que actualmente ejerce el nuevo Papa, humilde, cercano, ejemplo de amoroso respeto por el valor de cada ser humano.
A partir de esta autoridad los gobernantes tienen la obligación capital de ocuparse para que cada ciudadano logre una vida digna y plena con conciencia del propio valor, fe en sí mismo, desarrollo, a conciencia, de las fuerzas, talento, y capacidades que a cada uno distinguen.
Sin embargo, este alto objetivo no es tenido en cuenta como meta política, educativa y aún familiar, en nuestro país.
El desarrollo de la persona, que conectada con el universo llega a descubrir el poder y valor que existe dentro de sí, no se da por acción natural y espontánea sino como resultado de la presencia de un verdadero maestro, un guía, un despertador que transforma al sujeto en activo buscador de su sentido vital.
Ese llamado puede llegar en una lectura, un discurso, una clase, una charla en familia.
De esa manera lo que espera oculto, olvidado, escondido en los pliegues cerrados de cada personalidad comienza a abrirse, a expandirse, a desarrollarse, y el individuo vuelto hacia sí, se descubre, se valora, defiende su vida y su autonomía. Libre, se despoja de la ignorancia, los fanatismos, las falsas idolatrías, el seguimiento ciego a ídolos y líderes sin valor.
Lo que viene desde afuera para distraer el propio crecimiento, la ceguera que produce la contemplación de los destellos ajenos, desaparecen.
Es responsabilidad, entonces, de los conductores de toda índole, propender a que cada vez más individuos consoliden la formación de la persona que late en todos, que se ejercite la búsqueda del sujeto para que dé con el sentido de su propia vida, con sus propias necesidades y la responsabilidad que le compete como constructor de su destino.
Por razones de conveniencia los poderosos sólo dicen “síganme” o “deben alinearse”, o “se deben obedecer determinados lineamientos” y ese mensaje esclavizante lleva a que, personas que debieran haber alcanzado la madurez de su propio desarrollo, actúen como el Director de la Biblioteca Nacional, algunas de las Madres de la Plaza de Mayo y demasiados legisladores que, tras un pensamiento único, anulan el propio, sin autonomía ni libertad para buscar y aportar sus propias respuestas.
Un mal ejemplo que se derrama desde arriba hacia abajo.
Así, la tarea docente se basa en obedecer las disposiciones de los ministerios provinciales, repetidas del poder central, volcadas finalmente en el aula: verticalidad, nula creatividad y participación, desconocimiento del aporte de nuevas ideas, lo que va despojando al otro de su ser otro.
Por eso no se logra poner en línea la construcción del ser persona responsable, interesada por hacer, por aprender, un auténtico buscador de la verdad que hay en sí, y al no considerar como fin último del aprendizaje el autodescubrimiento personal por el despertar de la conciencia, el conocimiento y la propia responsabilidad, se forman personalidades repetitivas, obedientes y hasta indignas.
La lectura de guías, como Abraham Maslow, nos permite comprender que una vez que el hombre ha satisfecho sus necesidades básicas de alimentación (para conservar la vida) y sexuales (para continuarla) y llega a tener un techo y una satisfactoria relación con los otros, puede arribar a un estadio más alto, su autorrealización, el desarrollo de su vocación, la obediencia, esta vez sí, a la voz interna que lo llama al cumplimiento de su misión en el mundo.
Maslow habla de estadios más altos aún, a los que debieran llegar nuestros dirigentes, cuando desbordados por la completitud de sí mismos se dan al bien de los otros.
Un darse del que es ejemplo el Papa Francisco y que esperamos (y hasta rogamos), irradie en nuestro país, oponiéndose a la exclusión, la indignidad, la obsecuencia.

Escritora y docente que ha producido diversos libros. El último: Leer es ver, un libro para la comprensión de los textos.

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