¿Entretenimiento y vacío del porvenir?


Como para golpear el adormilamiento general de nuestra cultura, ha llegado a los anaqueles de las librerías el último libro de Vargas Llosa "La civilización como espectáculo" y, como sucede con cualquier reflexión acertada, quienes tenemos la oportunidad de leerlo y meditar sobre su mensaje, sentimos el aguijón de la acusación que nos involucra, ya sea como espectadores, propiciadores o ejecutores de cualquier evento o espectáculo.
El tema ya viene siendo observado y cuestionado. Muchas veces se ha hablado –o escrito– sobre los recursos que utilizan los medios de comunicación, sobre todo la televisión, para atraer a los espectadores.
La conclusión a la que se llega es que en este intento de atrapar atenciones y emociones, en la lucha por el rating, se apela a cualquier, y absolutamente indiscriminado, tipo de golpes de efecto; la mayoría, golpes bajos en el sentido literal de la palabra. Llamados directos a las sensaciones y emociones, escasos a la reflexión y proyección al día después. De esa manera, la cultura como cultivo de la conciencia pensante ha sido vaciada y sustituida por el interés en el puro entretenimiento. Nada de temas serios, adiós a las transferencias de mensajes para una vida de mayor calidad humana.
Con respecto a la tevé, la imbecilidad parece haberse hecho cargo de la pantalla y basta que hagamos un ansioso zapping en la búsqueda de un programa digno de verse, para sorprendernos con la proliferación de gritos, peleas, escándalos, violencia y sangre que se va derramando en cada uno de los numerosos canales. Pocos –seguramente los menos vistos– transmiten programas educativos, formativos que, como son (según piensa la mayoría) demasiado aburridos, terminan por escasear.
Parece –y así lo denuncia Vargas Llosa– que la cuestión es darle al público la mayor dosis posible de circo para entretenerlo, hacerlo pasar el rato, como si esa evasión condujera a algún estado de felicidad posible. Por cierto, está en la conciencia de escasos programadores despertar los juicios críticos dormidos.
El fenómeno, que según este autor es mundial, se agudiza en países como el nuestro, lo que nos va transformando en una masa de individuos entretenidos, adormilados, pasivos e imposibilitados de reaccionar aunque más no sea apagando el televisor cuando solamente nos hace pasar, matar, perder el tiempo. Al apagarlo, contribuiríamos a disminuir el rating de ciertos programas que llegan al colmo de la audacia y espectacularidad transgresoras.
Pero no sólo se refiere Vargas Llosa, ni hemos de referirnos nosotros, a los medios visuales. También la mayoría de las radios y los gráficos trabajan con la idea de atraer con la noticia más escandalosa y hasta con un tono de voz groseramente estruendoso.
Los que leemos revistas y diarios de nuestra región podemos advertir, por ejemplo, cuántas páginas se dedican a personajes del espectáculo, que se han transformado en famosos, justamente, gracias a la tinta o minutos de pantalla o micrófono que se gasta en ellos diariamente.
Nos preguntamos si poniendo la lupa en estos personajes y dedicándoles tantos espacios en sus ediciones no se está favoreciendo el fenómeno de exaltar solamente lo conmocionante y banal, dejando de lado temas formativos y enriquecedores.
Parece ser que el tiempo dedicado a pensar, a interesar sobre las grandes problemáticas que nos atraviesan como sociedad, se achican cada vez más.
"Es que no es negocio", se ha justificado alguna vez el responsable de una empresa periodística; "a la gente le gusta saber sobre la vida de la otra gente y si hay sangre, mejor, más se vende", se escucha decir.
Razones, justificaciones que nos ponen en el mismo lugar de los espectadores del circo romano. Cada vez más emoción reclamaban, cada vez más violencia. Y eso mantenía al pueblo bien entretenido. ¿Distraído?
En el diario francés "Le Monde" se considera que el tan costoso y difundido programa argentino "Fútbol para todos" es "culturalmente no sustentable", lo que quiere decir que no tiene más objetivo que el de desviar la atención de un público que prefiere dejar pasar, dejar hacer. Así, remata la nota, "para los argentinos, el futuro no existe".
Y de eso se trata: del futuro, de construir un país mejor, un ciudadano maduro capaz de discernir y visualizar consecuencias de actos responsables, los suyos, los de los otros, los de quienes gobiernan, a los que no puede mejorar ni criticar porque está muy entretenido y con el cerebro adormecido.
Podemos deducir entonces que, como pueblo, somos partícipes responsables de nuestra actitud de espectadores en la actual civilización del espectáculo y que si queremos activar nuestra mente distraída será bueno empezar a responder a preguntas como la que titula esta nota: ¿entretenimiento y vacío del porvenir? A la que podemos sumar otras:
¿Actuamos libremente al elegir un libro, asistir a un evento, escuchar o ver un programa o lo hacemos siguiendo a la mayoría, porque es el más promocionado, por el marketing, por la promesa de que vamos a entretenernos con una aparatosa espectacularidad y hemos de pasar un buen rato?
¿Qué aporta a nuestra vida –cuya mayor alegría es crecer, aprender, ampliar las perspectivas– pasar un buen momento? ¿Sólo para entretenernos?
Tratemos de responder. Es una sencilla propuesta para que el mundo del espectáculo mejore sus contenidos y los ciudadanos podamos acceder a un más alto nivel de vida.

(*) Educadora. Escritora



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