Docentes y padres, ante el desafío de dictar educación sexual


"El que está avisado, está armado"

(De Don Quijote a Sancho Panza)
Cuando los padres se informen sobre los alcances altamente humanizan tes del término "sexualidad" y ellos mismos despierten al asombro y admiración que este aspecto humano –hasta hoy inexplorado– provoca podrán transformarse en educadores sexuales de sus hijos y llamar a las cosas por su nombre, sin evasivas ni eufemismos maliciosos. Con respeto.
Desde el momento en que fue promulgada la ley de educación sexual Nº 26150 y la mayoría de los ministerios de Educación se abocó a la tarea de darle cumplimiento, se han multiplicado las preguntas preocupadas de padres y docentes sobre cómo hacerlo.
¿Qué es educar sexualmente? ¿Es solamente instruir sobre la genitalidad y la prevención de embarazos y enfermedades o es algo más profundo y significativo? ¿Pueden ceder los padres a los docentes su rol de educadores sexuales?
A estas primordiales preocupaciones siguen otras que ahora nos atrevemos a pronunciar en voz alta: ¿cómo y cuándo comenzamos a hacerlo? ¿Tenemos que provocar el tema, debatirlo, escuchar a los chicos, informarles sobre el significado de las relaciones sexuales y los riesgos de enfermedades, embarazos indeseados y otras consecuencias físicas y psíquicas que produce el tenerlas cuando no se es maduro y responsable?
"Instruir" es proveer herramientas, en tanto "educar" es "desarrollar o perfeccionar las facultades intelectuales y morales de una persona. Dirigir, encaminar; de ex ducare o ducere: conducir fuera de".
Es cierto que la familia forma, imprime modelos y transmite concepciones y creencias; también traumas, marcas y miedos, pero se educa cuando se lleva con intención al plano consciente lo grabado inconscientemente.
Se educa cuando existe la intención de encontrar una respuesta, una solución, y una manera de hacerlo es dialogando, llegando por la vía de las palabras a la interioridad del otro, enriqueciendo y enriqueciéndose.
Dialogar, comunicarse, significa hablar y escuchar, plantear alternativas de solución, y cuando los padres no pueden orientar, porque no están preparados, queda el camino de asesorarse e investigar para dar respuestas realmente orientadoras.
¿Lo hacen los padres de hoy? ¿Se generan en el hogar espacios propicios para intercambiar vivencias, experiencias personales y, también, puntos de vista? ¿Se habla de las situaciones, muchas de ellas violentas, causadas –por ejemplo– cuando un miembro de la pareja considera al otro solamente un objeto sexual, un dador de placer? ¿Se analizan los motivos de los desencuentros, del irritado trato de padres entre sí o con los hijos, de las salidas nocturnas, de las dificultades de comunicación, de la influencia de los compañeros, de los programas de televisión y películas que excitan la genitalidad? ¿Se tiene en cuenta la necesidad de ejercitar el juicio crítico a fin de que los adolescentes incorporen a su maduración una real autonomía, se inicien en la construcción de sus vidas desde sus propios deseos, pensamientos y proyectos? ¿Se les advierte que el amor es un sentimiento que alcanza su madurez cuando se ha pasado la etapa adolescente? ¿Se les advierte que el enamoramiento es una emoción dependiente de la eclosión hormonal, lo que significa que esta etapa no es conveniente para tomar decisiones propias de adultos? ¿Se fortalece su autoestima para que reflexionen y no sean conducidos por los otros en cada uno de sus actos? ¿Se habla en el hogar de las posibilidades de crecimiento que tiene cada ser humano y que muchas veces no se alcanzan por apresurarse a tener relaciones sexuales?
Los adultos, desde la autoridad que confieren los años, la experiencia y mucho más el conocimiento, deben ubicar a quienes atraviesan la adolescencia en el punto real de un largo proceso, sacándolos de la idea de que están en una etapa de puro "gozar de la vida" que apenas están empezando a construir.
El tratamiento de la sexualidad urge porque, diverso y complejo como la existencia y el amor con los que se emparenta, está en la realidad que nos roza a cada instante.
Esta materia tan humana y hasta hoy medianamente atendida consiste, simplemente, en analizar el natural comportamiento que asumen el hombre y la mujer de acuerdo con la definición o no de su género y que conlleva una inconsciente fuerza vital que los sobrepasa e impulsa a buscar en otro ser la posibilidad de juntarse, darse, fusionarse para apoyarse y aumentar sus potencialidades, comunicándose con el cuerpo y el espíritu el sentimiento que esa persona despierta.
La sexualidad está presente en todas las etapas de la vida humana y se desarrolla, afianza y madura produciendo, cuando es sana, un sentimiento de completud porque funda la formación de parejas en el conocimiento mutuo, el respeto, el cuidado y la responsabilidad.
Debemos, por lo tanto, empezar a hablar sobre el tema con total naturalidad.
¿Acaso no nos ofrecen motivos de admiración y comparación el misterio que permite a la semilla cuajar en vida, la planta que crece o los animales con sus estados de celo y su reproducción? Y el nacimiento de un hermano, un vecino, un pariente; la ternura de la madre que amamanta, el cuidado del padre que se responsabiliza y está presente en la cotidianidad de los hijos. ¡Los motivos se ofrecen por todas partes! Es cuestión de tratarlos con todo el respeto que merece el don sagrado de la vida, que está presente por y en la sexualidad.
Son los mismos educandos, niños, adolescentes, los que llevan al ámbito familiar o escolar sus preguntas, su curiosidad y hasta sus vivencias cotidianas porque, ¿no son acaso la violencia familiar, el maltrato, el desencuentro, la falta de límites, las adicciones, las muertes por accidente de tanta gente joven, los embarazos de niñas púberes, el abandono familiar y lo que muestra diariamente la tevé motivos de una larga lista de temas que se deben tratar para mejorar la existencia humana?
Trascender lo puramente instructivo, genital e instintivo ha de despertar en las nuevas generaciones respeto y cuidado por la propia existencia y por la de los otros y, lo que es fundamental, el sentido de la responsabilidad de conducirla al lugar más elevado posible.
La sociedad ha hecho del sexo un producto de mercantilismo inescrupuloso. El contraataque debe llegar desde la familia y la escuela.
Los docentes, hoy tan desorientados, temerosos y urgidos por una tarea que se les asigna por ley, deben ampliar la mirada y atreverse a ir más allá de la práctica que se limita a instruir para educar, convencidos de que cumplen una alta y humana misión. Pueden hacerlo creando espacios de diálogo, escuchando a los chicos, buscando con ellos respuestas que antes no se buscaron. Además, deberían hacerlo con la humildad pedagógica que recomendaba Paulo Freire: "Chicos, vamos a investigar juntos. Yo también estoy aprendiendo porque de este tema antes no se hablaba y a ustedes se les brinda la oportunidad de saber más y de formar, cuando sea su tiempo, parejas más estables, más compañeras, más bien llevadas. Hogares más sólidos".
Creemos que hay que hacerlo por la vida, por su calidad, por la misteriosa orquestación que le permite seguir multiplicándose en una cadena sin fin y en una espiral de creciente humanidad.
De sexualidad sabemos poco. Sin embargo la libido, placentera, llamativa y provocativa, exaltada hoy más que nunca, necesita que se hable sobre ella, desarmando así las numerosas trampas que tiende al desprevenido.
A los adultos de hoy nos cabe la tarea de educar la sexualidad dándole un alto rango. Es un desafío ineludible. Para el hogar y para la escuela.
GLADYS SEPPI FERNÁNDEZ Escritora y educadora. Autora de "Vida, amor y sexualidad. Todo a su tiempo", entre otros libros de
educación sexual 

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