Sobre el amor frívolo y el sentimiento profundo

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Publicado el 29/10/201


“El placer puede definirse como la sensación de bienestar que produce el funcionamiento fluido de la vida, es decir incluye los fenómenos de crecimiento y creatividad”. (Alexander Lowen- Creador de la Bioenergética).
opinion

Voces. Escribe Gladys Seppi Fernández
    No es necesario que la televisión y los medios gráficos brinden el pavoroso espectáculo del maltrato familiar, de mujeres golpeadas, quemadas, asesinadas. Si echamos una mirada alrededor, en la familia, en los más cercanos, en los vecinos, encontraremos los deshechos y estragos provocados por la confusión reinante sobre el sentimiento del amor, porque, a pesar de que se supone que actualmente tenemos más conocimiento sobre lo sexual, existe una total desconsideración de la diferencia sustancial entre “sofisticación sexual” y “madurez sexual”.
Considerar esta diferencia es esencial para el comportamiento sexual de los adultos y la orientación de los menores ya que es vital, que los adolescentes sean educados en el amor, que sepan cuál es el bueno, que lo esperen sin contaminarse con la adición de lo que llaman amor y que es, simplemente, un deseo irrefrenable de experimentar un acto que, prometiendo el mayor placer, sólo conduce a la frustración, al deseo de posesión, desconfianza y celos, si se ejecuta sin conciencia ni sentido de la responsabilidad. Es decir sin madurez.
Veamos. Cuando se habla de “hacer el amor”, ¿de qué se habla?
Por un lado es común hoy que muchos hagan el amor o tengan relaciones sexuales porque es imperativo del hedonismo actual que busca consumir placer a toda costa. De esa manera, los que aún no han madurado una personalidad integrada en sí misma y proyectada a su futuro, suelen hacerlo animados por el alcohol, en estado casi inconsciente, o contagiados o compitiendo con los otros, o animados por películas que los erotizan, o por palabras o por historias que se narran entre amigos.
Entonces, de buenas a primeras, surge la invitación de ir a la cama con quien se da la promesa de experimentar un gran placer ¡Qué chasco! Es indiscutible que en las relaciones sexuales la naturaleza, una Inteligencia superior, la vida que quiere perpetuarse, han puesto el mayor placer, pero éste no se logra cuando no se responde a un íntimo deseo de darse, de fusionarse a otro, cuando se hace con quien se desconoce y por lo tanto no se respeta ni se ama aunque despierte una gran acaloramiento.
El gran orgasmo está reservado para aquel que se entrega en plenitud, consciente de su acto y poniendo los sentidos, el corazón, los nervios, los músculos en una entrega que, por serlo, lleva al ser humano a una dimensión muy alta que no sólo conecta con una mayor conciencia de sí sino con una mayor espiritualidad. En este último caso la expresión “hacer el amor” sería genuina porque responde a un imperativo real de juntar, unir, fusionar a dos que se han elegido, se conocen, se potencian mutuamente y despiertan un sentimiento mutuo de afecto, ternura y respeto.
Hacer el amor en este caso es obtener el gozo que el amor sexual promete porque hay un darse total de la persona, que, además ha logrado su integridad, su madurez.
En la escuela de hoy apenas se habla sobre esta realidad que tanto dolor y frustraciones causa; la escuela de hoy apenas se detiene en una instrucción sexual que muestra, -y lo hace bien- la descripción de los genitales y en cómo usar los preservativos u otros medios para evitar enfermedades de transmisión sexual y embarazos.
Sobre la base de estos conocimientos básicos y teniendo claro que el objetivo es despertar admiración y respeto y cuidado por la vida -que es amor y sexualidad a un tiempo- en la familia y en las clases de educación sexual debieran ser tratados aspectos fundamentales al desarrollo humano como son: los malos vínculos que crecen en el desencuentro cuando, demasiado temprano, las parejas copulan o conviven apenas ingresados a la adolescencia, unidos solamente por el placer que promete el sexo. La adicción sexual que provoca tener relaciones prematuras que envician un centro energético básico como son los genitales. La necesidad de conocer al otro, de la búsqueda, -entre tantos- de la persona adecuada, de la elección que se da primero por una súbita atracción que lleva a distinguir entre tantos, atracción que crece o se apaga en el mutuo conocimiento de la manera de ser del otro, de sus actitudes, de sus sueños, de sus hábitos, de la proyección a un futuro que se preocupa o no por construir. Se debiera reflexionar, por fin, sobre el cuidado recíproco, sobre el respeto por lo que el otro es, de cultivar la empatía que crece en la amistad, el compañerismo, la confianza y, sobre todo los proyectos a ejecutar en el futuro. Cuando existe una mutua admiración, se da la base de un amor destinado a ser más profundo y duradero.
Poco se les advierte a los adolescentes sobre la repercusión de la eclosión hormonal en su conducta, del acaloramiento que despierta la urgencia de buscar un novio o pareja y del apresuramiento que lleva a confundir lo sensorial con un sentimiento maduro que llegará pasada la turbulencia su edad.
De esto se debe hablar y hacerlo sin demagogia ni temor a que la verdad mortifique el espíritu a veces romántico y siempre apresurado de los chicos y chicas. Evitaríamos así tanto desmadre de conductas conducidas por mensajes masivos, televisivos o de amigos y compañeros que van por el mundo, confundidos y que confunden a los demás.
Para fortalecer y orientar conductas nada mejor que buscar buenos libros, autores especializados, reflexiones. Nada mejor que dialogar sobre el tema. Seguramente se evitarán situaciones penosas que provocan no sólo dolor en los miembros de una pareja, sino marcas a veces difíciles de superar como es, entre otras tan graves, la adicción a un sexo fugaz que pide una repetición que nunca llega a colmar los desequilibrios internos de una personalidad desintegrada.
Se evitará continuar multiplicando de generación en generación un mensaje que niega el valor de la vida.

*Autora de “Vida, amor y sexualidad. Todo a su tiempo”.

1 comentario:

  1. Hablar de 'hacer el amor' es hacer referencia de un suceso grandioso que lleva implicancia de muchos conceptos que no son de ninguna manera baladíes.

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