2015, este año tiene que ser mejor

El hombre que da
es siempre más fuerte
que el que recibe,
es más libre, creador,
y dueño de sí mismo.

Juan Coletti

El nuevo año ha echado a andar, inexorable y al mismo tiempo imprevisible, como lo viene haciendo desde milenios. Marcha cumpliendo lentamente con sus horas,  seguro de que, en 365 días,  ha de transitar un periplo que lo llevará a experimentar  lo que le traerá cada estación.
    
El mundo ha saludado su advenimiento con los destellos de la más impactante cohetería y despliegue tecnológico de que es capaz; la Argentina lo ha hecho, sumándole además una dosis nueva de expectativas, de esperanzas acrecentadas porque pensamos, fervorosamente, que este año tiene que ser mejor.

Desde el primer día sentimos la posibilidad de mejorar el recorrido participando y haciendo de la mejor manera lo que nos corresponda, es decir  recreándonos, asumiendo que el hombre debe ser una permanente refundación de sí mismo.

Si miramos hacia atrás del año, a los que ya pasaron, observamos que siempre los hemos abordado -cualquiera sea el rango social que ocupemos- pensando en lo que recibiremos más que en lo que estamos dispuestos a dar, en la buena suerte, en los regalos que nos vendrán de los otros, en las bebidas que nos entonarán el momento y hasta en la compañía que puede hacernos sentir alguien que  ocupa un lugar en la estima de los demás.

Todo eso está bien, pero el 2015 deberá ser diferente. Lo que hemos venido experimentando nos ha penetrado fuertemente y son cada vez más las personas que se proponen revisar principios vitales que no han hecho más que descolocarnos y ponernos fuera de nuestro eje y del necesario auto servicio que cada uno debe brindarse a sí mismo. Tal vez ya ha llegado la hora -lo deseamos de corazón- de madurar como individuos y ciudadanos independizándonos de todo aquello que no ha hecho más que defraudarnos y desorientarnos.

Por suerte, finalmente, estamos entendiendo que si queremos llegar a una auténtica felicidad, la que dura, la que no se va con el momento, debemos poner toda la esperanza en nuestras propias fuerzas, en nuestras potencialidades, en lo que llevamos adentro.

Pero bien sabemos que éste, el íntimo, es un terreno muy descuidado, tal vez porque no nos enseñaron a auscultarnos, a conocernos, a valorar el mundo interior, donde anidan pensamientos, ideas, sueños, fortalezas y talentos personales. Lo que nos hace únicos.

Existe una mayoría que ha consolidado en sí un mandato colectivo: no observar y menos valorar las propias fuerzas, esperar lo que viene de afuera: de las autoridades la dádiva; de los padres, la satisfacción de los deseos; de los docentes, el aprobado fácil; de las iglesias, el perdón de los pecados; del compañero, lo que falta para sentirse completo, y del mundo frívolo, el espectáculo, la diversión, el entretenimiento que llene las horas vacías.  

De esa manera, y mientras desde el exterior se dan aprobados escolares, trabajos, ascensos, sueldos, subsidios, regalos, tiempo, se siente la llegada  de una supuesta felicidad, que no es otra cosa que un pasajero espejismo porque en el fondo de cada sí mismo, existe un permanente aguijoneo, un no se sabe qué de descontento, que no es más que el reclamo de una dignidad humana insatisfecha.

Estuvieron bien los brindis, los deseos de felicidad, el despliegue de las mejores mesas, pero ahora, en un arranque de sinceridad y apostando al yo puedo, podríamos intentar mejorar el mundo empezando por mejorarnos a nosotros mismos: allí están las propias sombras, las fallas de nuestro propio carácter, nuestro inconformismo, por ejemplo, o ambición desmedida, o intolerancia…, que debemos aprender a ver y a corregir para pasar a dar más solidez a la relación con la pareja, junto a la cual o sin ella se debe asumir el comando del hogar, la guía de los hijos, tan necesitados de una auténtica autoridad.
 Así, al llegar al afuera, podremos dar a los otros lo que se derrama de ser más y mejor persona, manifestado en respeto por sus ideas y su propia necesidad de auto realización. Con la mente y el corazón abiertos a lo que realmente tiene valor se infundirá inteligibilidad y fundamento a nuestras vidas.

Por eso, el año 2015, que camina con promesas de cambios, debiera- ya es hora- encontrarnos con un difícil pero sólido propósito: no esperar ni  culpar a los otros, buscar la satisfacción plena de nuestra condición humana enfocándonos en nuestros más profundos deseos y vocación, descubrirnos en lo mucho que valemos y podemos lograr, lo que necesariamente pasa por tamizar las debilidades, fallas y defectos que nos impiden crecer y así ir consolidándonos en cada una de las horas y minutos de cada día del año que se inicia.



       Estuvieron bien los brindis, los deseos de felicidad, el despliegue de las mejores mesas, pero ahora, en un arranque de sinceridad y apostando al yo puedo, podríamos intentar mejorar el mundo empezando por mejorarnos a nosotros mismos: allí están las propias sombras, las fallas de nuestro propio carácter, nuestro inconformismo, por ejemplo, o ambición desmedida, o intolerancia…, que debemos aprender a ver y a corregir para pasar a dar más solidez a la relación con la pareja, junto a la cual o sin ella se debe asumir el comando del hogar, la guía de los hijos, tan necesitados de una auténtica autoridad.
 Así, al llegar al afuera, podremos dar a los otros lo que se derrama de ser más y mejor persona, manifestado en respeto por sus ideas y su propia necesidad de auto realización. Con la mente y el corazón abiertos a lo que realmente tiene valor se infundirá inteligibilidad y fundamento a nuestras vidas.

     Por eso, el año 2015, que camina con promesas de cambios, debiera- ya es hora- encontrarnos con un difícil pero sólido propósito: no esperar ni  culpar a los otros, buscar la satisfacción plena de nuestra condición humana enfocándonos en nuestros más profundos deseos y vocación, descubrirnos en lo mucho que valemos y podemos lograr, lo que necesariamente pasa por tamizar las debilidades, fallas y defectos que nos impiden crecer y así ir consolidándonos en cada una de las horas y minutos de cada día del año que se inicia.

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