Argentina, ¿Un país de buena gente?


¿Qué es ser buena gente?
¡Se habla tanto de la Argentina, un país de buena gente! Otra vez el relato.
Ser bueno es ser desarrollado o, mejor aún,  estar en la dinámica del pleno crecimiento, lo que quiere decir ser consciente del todo al que se puede llegar (gran y vital meta) a partir de los talentos y capacidades con que se viene dotado.

Proponerse lograr lo que se puede llegar a ser, llevaría, a partir de la bondad inicial de la mayoría de los humanos a elevarse a un nivel superior, y la suma de esas bondades permitiría hacer un gran país porque la fuerza de una buena persona, el estar bien parado en uno mismo se proyecta en el deseo de ver crecer a los demás, mejorando así, expansivamente a las sociedad.

Por cierto desechamos aquí la idea con que se emplea  “bueno”, “bondad”, tan engañosamente, como sinónimo de buenito, dócil,  domesticable, obediente, dependiente, fácil de conducir adonde pueda ser de utilidad  a los  aprovechados.

Para el filósofo Rotzinger “Las personas no son entidades definidas y estáticas, porque (una vez lanzadas a su desarrollo) están siempre en proceso de crecimiento. Querer a alguien no es abrazarlo fuerte, es favorecer su despliegue. Es decir, enamorarse de la evolución propia incluye la ajena,  la plenitud del otro”.

Si los  padres, los maestros, los gobiernos hablan de “buena gente” deben ponderar y potenciar su amor a la libertad, su capacidad de pensar, juzgar, participar y expresar sus ideas, aportando sus creaciones con confianza en el propio valor y posibilidad de conquistar, con esfuerzo, lo que la existencia  le ofrece. Ser buena persona no es ser un manso y resignado cordero que obedece voluntades omnímodas, sabelotodo, prepotentes y, aunque muy poderosas, descalabradas.

Preguntémonos ahora, qué quiere decir el mensaje  de Presidencia de la Nación cuando habla de “un país con buena gente”.

¿Responde su mirada al perfil que tratamos de transmitir? ¿Le preocupa que la buena gente argentina sea autónoma, pensante, participativa, una  buena ciudadanía que cuide lo de todos, aporte su idoneidad, talento y creatividad, creyendo más en sí misma que en dioses providenciales que perfeccionen el escaso nivel humano que los subsume?

¿Qué tipo de bondad promociona para que este carácter humano fundamental mejore, crezca en cantidad y calidad y contribuya a que el país desarrolle su potencial adormecido?

Tal vez sea el diario francés LE MONDE en su editorial de la semana pasada orientaría una respuesta que ya no esperamos porque sería inútil y tardía:
…”El gradual descenso al infierno" de la Argentina en los últimos 70 años recuerda que las diferencias entre naciones se deben más a los gobiernos que a tener recursos naturales. El clientelismo estructural, la fuerte injerencia del Estado en el ámbito privado y el poco respeto de los derechos de propiedad hoy despuntan en la Argentina. La negación de la realidad y un carácter suicida existente en estos momentos desvincula a este país  por la negación a vincularse con la realidad y el mundo".

Opinión que reafirma la intuición de minorías de argentinos, (día a día más y más firmemente convencidos), de que muy poco nos ha valido envalentonarnos por los otrora muy apreciados dones  naturales con que fuimos  regalados,  porque con gran falta de amor por lo nuestro, de responsabilidad y de inteligencia, lo que es una mirada proyectiva hacia el futuro, no sólo hemos abandonado y desperdiciado sino destruido y donado o vendido esos bienes, grandes territorios, minas, pozos de gran riqueza, en beneficio personal.

La realidad, a la que demasiada gente “buena “ le vuelve la espalda para describir la suya hecha a la medida de sus intereses, sin embargo, no puede ser desoída, tanto porque es un pilar esencial a la bondad, como porque  hoy penetra con cuchillas del hambre las carne de esa misma gente.

La necesidad básica de alimentarse mejor, de buena salud, de una justicia temporal y prácticamente justa y poderes realmente democráticos, va abriendo los ojos de muchas ciegas obediencias (¿o miedos?), tanto como de la buena gente argentina, permitiéndole advertir lo importante y urgente:

El país no mejorará ¡vaya si se está comprobando! sólo porque nuestras generosas tierras nos den, entre otros bienes, buenos pastos, si no se empieza a abonar la buena tierra mental de más argentinos.

La realidad, hoy negada, siempre devuelve con igual calidad lo sembrado en conocimientos, buen aire, buena agua, buenos fertilizantes. El ciego y alimentado fanatismo de demasiada “buena gente”, ha entorpecido el accionar de posibles buenos gobiernos, el asomo de la creatividad, el aporte de los que en realidad saben, y por eso urge que los que son realmente desarrolladas y buenas personas sean más y que “no guarden silencio”, como pidió Gandhi.

Eso sería realmente lo bueno. 

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